viernes, 22 de enero de 2016

El Humla Karnali, por fin en el río

Habíamos conducido durante 4 días, caminado durante 7, explorado durante 2 y ahora nos encontrábamos por fin en posición de salida, estábamos listos para zarpar, navegar sin depender de nadie, autosuficientes, cargados hasta los topes, contentos y felices.

Comenzamos el descenso en Karpunath. El río fluye calmado a orillas de esta aldea. Las casas rodean el puente colgante que sirve de paso a los caminantes, el humo de las hogueras nos acompaña todo el día como una planta incasable de reciclaje, el olor a plástico nos anuncia la proximidad de la Ciudad de Simikot, desde donde traen los Chau Chau o noodles.

Este ambiente contrasta con las vestimentas y tradiciones de la gente local. Muchas personas aprovechan el rato fabricando lana con pelo de oveja, lo hacen manualmente, con un aparato parecido a una peonza, enrollan el grueso de la lana y sacan un hilo retorcido, listo para jerséis. Lo realizan mientras toman el te, mientras caminan o mientras hablan por teléfono. Con esta lana fabrican prendas realmente calientes aunque pesadas también. Los mas mayores calzan unos ropajes de autentico señor de las montañas.

Confluencia entre el Humla Karnali y Chuwa kola, lugar donde hicimos la entrada. 

Poblado de Karpunath a orillas del Humla Karnali

Los primeros 4 km de río encontramos agua plana. El río descansa después del un brutal caos en Muchu. Profundo, azul, ancho, caudaloso, rápido, todo hace indicar que el río es una maravilla y no andamos lejos de acertar. Avanzamos rápidamente hasta la primera barrera de rocas. Allí nos encontramos que todo el río se metía entre bloques haciendo imposible la navegación, INFRANQUEABLE!! Coger el kayak y portear por la orilla. Durante todo el primer día el río alterna rápidos espectaculares con desprendimientos de roca que imposibilitan el paso. Mas porteos que nos llevarían todo el día.

Los 40 kg de carga que llevábamos encima dificultaban el paso, y es que es complicado equilibrar el peso dentro de un kayak, ya que no contamos con apenas espacio. La única parte del kayak donde se puede meter el equipaje está en la parte de atrás. Es como jugar a Tetris, primero debes meter lo mas ligero y voluminoso, después encajar pequeñas piezas alrededor y finalmente dejar lo mas pesado para que está cerca de tu cintura. De esta mera el control del kayak se hace más efectivo.

Acabamos la primera jornada reventados. Acampamos a orillas del río en una playa pequeña y comenzamos las labores de campamento, calentar agua, montar la tarp, hacer fuego, cocinar... que buena manera de descansar... para las 9 estábamos dormidos.

El viaje del Humla iba a ser una experiencia muy completa, hasta este momento el recorrido había sido duro y pesado, habíamos avanzado lentamente como el caminar de un yak perezoso. Las enfermedades nos limaban la moral mientras avanzábamos lentamente por el trekking, y el pesado barco nos complicaba el porteo durante nuestro primer día.



Primeros tramos del Humla. Nacho Cinto abajo y la copia Mino arriba
Ambiente de montaña con el Babu. 


Haciendo fuego para calentarnos y cocinar. 


Primer campamento a orillas del Humla, ambiente de montaña, f
Mikel buscando la línea bajo la atenta mirada de un grupo de niños. 
Asier navegando tranquilamente uno de los brazos del río.
Una de las tribus en la zona Humla-Mugu, machacando el arroz para sacarle la cascara. Al fondo casetas provisionales donde viven. La tribu parecía nómada pero nos resulta complicado saberlo con certeza. 
Mikel toma el desayuno mientras Asier va recogiendo un poco. Ultimo campamento ya con humedad y buena temperatura. 
Aislados (en una isla) pensábamos acampar tranquilos, pero los nepalis tienen muchas ganas de hablar con extranjeros y son capaces de nadar el río para llegar hasta nosotros. 
Mino.
Durante una cremación en el río hicimos esta parada. Los funerales allí son diferentes. Es algo público, para compartir, en el que no importan las intromisiones. El chico de blanco que me escucha y el del fondo sin camiseta llevan el cabello rasurado con una coleta a lo Jare Crishna. Es en señal de duelo ya que son familiares de la víctima. 
Parte de la tribu, que vestía con ropajes muy rojizos y color tierra. 
Mikel navegando ya la parte más rica del río. 
Para cenar, chapatis (los panes que están en la brasa) y arroz al curri, receta del master chef Asier "El babu"
La parte más bonita del río era cuando se ponía de IV mantenido. No quisimos parar a hacer muchas fotos, el disfrute era máximo. 
Saliendo de un rulico, pretando abdominales agusto. 
Gran tamaño del río que aumentaba conforme descendíamos. 
El río se divisaba limpio y continuo, las corrientes se sucedían y el río se encañonaba separándonos de la luz directa del sol. Nos esperaban 5 días de acción por un  caudaloso y con gran desnivel.


El día número 6 Nacho no pudo aguantar mas, grandes mareos, diarreas, y malestar acabaron con su paciencia y con sensaciones de vomito abandonó la expedición. Nos encontrábamos cerca de la carretera, el único punto desde donde alguien podía escapar. Le esperaban 24 horas de carretera tortuosa hasta llegar a Pokara, pero el simple azuzar de las olas le hacia sentir escalofríos. Paramos un camión que se dirigía a la ciudad de Surket y montamos a Nacho en la parte delantera del camión junto con otros nepalis.

A partir de aquí remamos cerca de 7 horas al día, con grandes remansos y rápidos de agua gigante. El ambiente era mas cálido, pero a pesar de estar en un clima mas agradable no se veía un exceso de población. Pasamos por una herradura que realiza el rio y costonos cerca de un día. Navegamos una región olvidada sin apenas gente, solo jungla y grandes laderas con mucha pendiente. Acompañados del remanso y ocasionales rápidos, la sensación de estar en otro mundo era muy grande, sentíamos estar en territorio rural, donde la obsesión por acumular no llega ya que los recursos no escasean.

El camino a la desembocadura del Karnali en el Parque Nacional de Bardia nos llevó otros 5 días. Navegamos sin parar durante el resto del tiempo, con ganas de alcanzar nuestra meta. Chisapani o en castellano "agua fría" nos esperaba con comida variada, autobuses repletos y de nuevo policía que pregunta. La civilización estaba al caer y aunque nos diera pereza, teníamos muchas ganas.

A nuestra llegada nos abrazamos por inercia, lo habíamos hecho tantas veces... pero esta vez el abrazo fue mas largo... la sensación de que habíamos llegado la teníamos hace 2 días pero completar la misión era imprescindible y por fin lo teníamos. Todo el Karnali desde Simikot hasta Chisapani, 21 días de expedición. Que felicidad!!

Para los que queráis escuchar de primera mano la aventura os dejo una entrevista de Roge Blasco en Radio Euskadi. A partir del min59. 


Ahora toca soñar con la siguiente aventura...

Buenas lineas!!