Escrito por AITOR GOIKOETXEA
Amaneció como un día cualquiera, pero en nuestras caras se
reflejaba una sonrisa que tanto tiempo esperábamos que saliera. Nada más
despertar, nos miramos los unos a los otros y con emoción nos decíamos…. “Por fin esto empieza! No hay marcha atrás!
Yiiijaa!!” Con la incertidumbre de lo
que nos vendría más adelante, recogimos el campamento y comenzamos a montar
todo el tinglado para poder llevar el kayak a la espalda lo mejor posible.
La primera vez tardamos entorno a media hora en montarlo
(esperando que cada día fuese más rápido) y directamente pusimos los kayaks de
lado en los cargueros NRS. Este estilo de llevar los kayaks no muy conocido (lo
más utilizado es llevarlo de pie), fue una idea de Mino y Mikel, de cuando
estuvieron por las tierras nepalíes, donde vieron a los porteadores que
contrataron para hacer un porteo de más de
una semana probando todo los métodos posibles hasta que acabaron todos
de esta manera. Así que Edu y yo confiando en su criterio decidimos sumarnos al
nuevo estilo.
El primer día de trekking avanzamos más de lo que
pensábamos, no encontramos grandes dificultades ni mucho desnivel, pero sí
algunos tramos con mucha maleza y rocas lo que dificultaban y ralentizaban
nuestra marcha. Durante toda la travesía no había ningún tipo de senda hecha
por el ser humano así que no nos quedaba otra que confiar en los trazados
creados por el paso de los renos.
Mikel al inicio del trekking a punto de cruzar el río
¡Abriendo camino por donde se pueda! A la derecha se puede ver como sorteamos los sauces con el kayak arrastras
Durante el día inicial vimos que en el riachuelo por el que
andábamos había una masificación de truchas asalmonadas. Era el momento idóneo
para que Edu y Mino pusiesen en práctica su habilidad de pescar tan reconocida
en el mundillo del kayak. Sin la necesidad de usar más que una pita de 8m y una
cucharilla atada en su extremo, se dedicaron a sacar una presa tras otra en
todos sus lances. Al final, visto que eso podía convertirse en una
exterminación, pusimos como límite una hermosa pieza por cabeza para luego así
poder cenar bien a gusto.
Después de caminar
desde las 9am hasta las 8pm para solo hacer en torno a 8km, encontramos nuestro
recoveco idóneo a las puertas del primer cañón del recorrido. El campamento lo
montamos justo debajo de una cascada espectacular que salía directamente desde
un agujero en el techo de la montaña, un lugar extremadamente bonito. Durante
la cena empezaron a aparecer todo tipo de dolores en el cuerpo...
Aitor enganchado entre dos rocas, al fondo la cascada y nuestro futuro campamento
El día temible del trekking llegó, la etapa con mayor
desnivel, a lo que había que añadirle el cruce de un cañón. Lo primero, nada
más adentrarnos al cañón vimos que el río que lo surca llevaba poco caudal
posibilitando el caminar por sus escarpadas rocas. Fue una caminata muy lenta y
pesada pero todo malo tiene su recompensa, seguía habiendo un sinfín de peces
en las pocillas por lo que en una decidimos parar a descansar y cogernos
nuestra cena.
El cañón que nos ralentizó mucho la marcha
Una vez cruzado el cañón y haber recorrido unos kilómetros
por un terreno menos hostil, llegamos al segundo cañón, este sí que era
imposible remontarlo. Al final, después de barajar las escasas opciones no nos
quedó otra que subir un buen cacho empinado de la montaña, lo más duro del
trekking. Imaginaos con un kayak a la espalda con todo el material (entorno a
40kg) ¡trepar! por un terreno de piedrillas sueltas ascendiendo unos 100m y
tardando casi 2h, horrible.
Porteando el segundo cañón. Arriba a la derecha los kayakistas descienden la montaña con los kayaks en la chepa.
Destrozados físicamente pero mentalmente más fuertes que
nunca, decidimos hacer el máximo de distancia posible para ir ganando terreno.
Al final llegamos a una explanada, montamos nuestro campamento y aprovechamos
para recolectar arándanos (fruta que se encontraba por doquier) para picar y
madera suficiente para preparar un exquisito plato de truchas cocinadas a la
plancha al punto de sal.
Los días pasan volando,
pero el recorrido se hace eterno, y ya estamos en el día 3. Nuestros cuerpos
van dando avisos de flaqueza por culpa de toda la caña que les estamos dando pero
al estar tan cerca del inicio del río, la fuerza de nuestra mente se sobrepone
al cansancio físico y comenzamos con buen ritmo el día. Sin contratiempos,
después de comer, llegamos al primer lago que está al lado de otro lago donde
desemboca el glaciar desde el campo de hielo. Por fin nos desharíamos de tener
que cargar todo a la espalda y quedaba poco para adentrarnos en nuestro
terreno.
El lago que llega hasta el glaciar, nuestro campamento durante 3 días
Ya casi de noche y con la temperatura descendiendo
vertiginosamente, nos tocó palear 2-3h por el lago hasta llegar a una playa
(creada por el sedimento que trae el glaciar). Mientras se preparaba la cena,
sacamos el mapa y trazamos el plan de los siguientes días. Ya habíamos hecho lo
que, a priori era, lo más duro.
A la mañana siguiente decidimos dejar todo el material
pesado (kayaks, material,…) y cargamos con los imprescindible para sobrevivir 2
días. Nuestra idea no era otra que escoutear el río que llegaba al lago en
busca de su nacedero para así intentar alargar lo máximo el descenso.
Fueron cerca de 10h
de caminata, duro pero con unas vistas que pocas veces en nuestra vida vamos a
tener opción de volver a contemplar. Sabíamos, porque habíamos visto en google
earth que el río no nacía en el glaciar en el que estábamos, sino que venía de
más arriba, pero no teníamos claro que esa parte fuera navegable.
Durante el trekking primero vimos que el tramo del río que
cruzaba por el frente del glaciar llevaba más agua de lo que pensábamos, llenos
de icebergs que se habían desprendido de las paredes del glaciar.
Una vez alejados del frente del glaciar vimos que el río,
en la mayor parte, era un clase III-IV pero en un par de tramos se estrechaba
haciendo unos rápidos inmensos (clase burrada). Llegados al lugar donde se
encontraba el material previamente depositado (Mino y Mikel habían dejado algo
de material en este lago cuando sobrevolaron la zona en hidroavión) y después de
montar el campamento decidimos que lo ideal sería volver al lugar donde
habíamos dejado los kayaks, volver a cargarlos a la espalda y empezar el
descenso desde este lugar. Sabíamos que no iríamos bien de tiempo porque esto
significaba que tardaríamos 3 días más (un día bajar hasta los kayaks, otro día
subir y otro descender con el kayak) y visto que de comida íbamos justitos
(parte de la comida tenía moho) nos esperaba una elegante reducción en la
ración de comida para los próximos días.
El último campamento antes del descenso, a la derecha se aprecia el inicio del río
Y por fin, 3 días después de haber iniciado el trekking,
nos encontramos acampando en la esquina del lago justo donde empezaríamos el
descenso. Ya sabíamos que en el mejor de los casos no volveríamos a tener que
cargar el dichoso kayak a la espalda y solo nos dedicaríamos a descender por el
Río Kurssuaq hasta el fiordo. Estábamos con alguna que otra dolencia física,
pero ya habíamos hecho lo que menos nos gustaba, lo más duro, la satisfacción
personal era total. Ahora ya solo tocaría guardar todo en los kayaks, meter nuestros
culos dentro y empezar a palear los más de 100km de puras aguas bravas.
Lo mejor estaba por venir.
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